Es difícil poder olvidar la experiencia vivida hace 8 años en Roma.
Si cerramos los ojos podemos ver y sentir el canto de la gran familia de las Hijas de Jesús, el abrazo de la oración y el latir del corazón de un montón de gente que al unísono aclamábamos llenos de gozo a nuestra querida fundadora.
Mientras el Sol se abría paso entre unas nubes curiosas que no querían perderse el gran acontecimiento, nuestros corazones se abrían y nuestra emoción rozaba el cielo.
El tiempo se paró en un instante inmenso y nuestros pies dejaron el suelo de la plaza de San Pedro y nos fundimos en recuerdos cargados de ternura y agradecimiento.
Fue un día inolvidable, que siempre estará presente en nuestras vidas, no es difícil cerrar los ojos de nuevo y escuchar el reconocimiento a la vida de entrega de una gran mujer. El reconocimiento y agradecimiento a Santa Cándida María de Jesús.
Pidamos hoy que ella sea para todos nosotros un ejemplo de vida, que nos guié y nos proteja siempre.